Escrito por: Seudónimo Lagar

La felicidad no es éxito, no es alcanzar metas estandarizadas o inalcanzables; tampoco es hacer todo aquello que vemos que los demás hacen por obtener un reconocimiento, que no es algo erróneo, pero no debe quitar fuerzas el sueño por ello si no se realiza o concreta. Algunos de nuestros padres y abuelos lo saben o sabían, muy a su manera que son las cosas simples a las que siempre regresamos, las básicas, una vez que vieron nuestra impotencia de no llegar siempre a una cima, o de caer en una sima, real o imaginaria. No se trata, ni mucho menos cortar los sueños o impedirlos, sino de plantear alternativas a los jóvenes que buscan su independencia o autonomía: monetaria, emocional e incluso espiritual.

Sobre el establecimiento de metas y objetivos en la vida, pululan un sinfín de películas o libros de auto ayuda que sugieren, mediante un voluntarismo, cambiar la vida que se lleva, por otra plena, parcelando o descontextualizando las vidas que requieren no sólo de un esfuerzo individual o mental, sino de múltiples elementos vitales, que pasan por el apoyo familiar, al menos para México y América Latina. La mentalidad no cambia sólo porque se razonan un grupo de ideas o por influencia de los medios, pues las personas estamos predispuestas a actuar de formas que ya han sido inculcadas con antelación y el entorno sólo refuerza o inhibe, aquello que ya ha sido preestablecido.

(Por ejemplo, el comportamiento reciente de trogloditas en la cancha —planeado o no, ya estaba formado e incorporado en los violentos “aficionados”—, ante los terribles hechos sin control mínimo: pésima organización para revisar a fanáticos, indolencia policiaca ante el obligado encapsulamiento de porras, venta excesiva de alcohol, etcétera. No se convirtieron en salvajes ese día, ni perdedores u ofendidos por otra porra, ni el antecedente inmediato de otras trifulcas. Ya existía una predisposición en sus biografías).

Cómo cuando quieren y desean ser autónomos/as, cuando requieren una vivienda y los jóvenes son impedidos, muchos porque ya no les heredarán tierras o casas —aun cuando existen casa de interés social deshabitadas a nivel estatal y nacional—,o las condiciones laborales son precarias de trabajadores, como los que pertenecen a diversas plataformas digitales que brindar servicios de movilidad, y alimentos, donde algunos a diario, literalmente arriesgan su vida (son atropellados o atropellan) por llegar a tiempo a entregar su servicio, con riesgo que les cancelen el pedido o de ser asaltados. Todo por unos óbolos. De ahí que se ven impelidos a seguir viviendo con los padres cuando pierden su empleo o cuando se casan, tienen algún hijo o se embarazan. No hay, de momento hacia dónde hacerse, y no se trata de impedir que crezcan personalmente, pero deben cambiar las condiciones, para que ahora sí se vuelvan independientes

Sólo es hacer algunas actividades bien, y entre más sencillas, mucho mejor en el mejor de los escenarios posibles de contar con salud (física y/ o mental). Es decir, volver a lo básico, con lo que se cuenta, y apreciarlo. Partiendo del reconocimiento de eso hecho, podemos decir como Laurie Santos: (“Entonces, ¿cuál es la respuesta? ¿Cuál es el propósito de la vida? Oler tu café por la mañana. [Risas]. Amar a tus hijos. Tener sexo y margaritas y primavera. Son todas las cosas buenas de la vida. Eso es lo que es.” Por David Marchese, 25 de febrero de 2022, NYT).

Ni más ni menos…