Por: Sandra Marbán, Coach Familiar
Peligro y riesgo, son palabras de alerta que debieran llamar a todos nuestros sentidos a una situación determinada; sin embargo, la mayor parte de la población no tiene consciencia de lo que esto significa, lo que se hace evidente cuando las normas y reglamentos de Protección Civil se convierten en mero trámite por requisitar y dejan de ser la normativa por aprehender, hecha vida en el día a día.
Recuerdo que en mi anterior trabajo, cuando nos encontrábamos en el periodo de entrega de documentación a Protección Civil, me incluyeron en el organigrama como parte de la brigada de búsqueda y rescate, aún cuando estaba en plena recuperación de una cirugía ortopédica ¡en ambos pies!. Le hice saber a la responsable que no consideraba conveniente que me incluyera, puesto que en ese momento, yo formaba parte de la población vulnerable de la institución y que lejos de ayudar, mi participación (si es que podía brindarla) podría provocar un contratiempo, a lo que respondió que yo debía aparecer en el documento; me quedé ¡Impactada!.
Cuando profesionistas que sé presumen profesionales no dimensionan la importancia de salvaguardar las vidas de las que son responsables, sin duda son un riesgo.
Pero, ¿Cuántos de nosotros contamos con planes de contingencia en nuestros hogares, o para nuestras familias?. Si bien es cierto que las instituciones, tanto públicas como privadas, están obligadas a elaborar planes de acción, rutas de evacuación, practicar simulacros, etc.; la verdad es que todos somos responsables de salvaguardar nuestra vida.
Resulta fundamental, determinar, con la guía de expertos, puntos de reunión, áreas de riesgo, rutas de evacuación en nuestro domicilio; asimismo, aparejadamente generar planes de acción ante emergencias: ¿Quién llama a quién?, ¿En dónde se reunirá la familia ante una catástrofe?, ¿Cuáles serán los lugares de resguardo?,la elaboración de una mochila salvavidas, ¡Vaya! algo tan básico como tener un botiquín de primeros auxilios y la revisión constante de sus suministros; desafortunadamente dichas actividades aún no forman parte de nuestra cultura general ya que se descartan ante un «no pasa nada».
El 90% de los accidentes pueden ser evitados cuando tomamos consciencia del riesgo y peligro de nuestro entorno; y no se trata de generar paranoia sino de preveer tragedias, esas tragedias impregnadas del «hubiera», porque desafortunadamente lo que sí sigue formando parte de nuestra cultura es el «ahogado el niño, a tapar el pozo», aún cuando proféticamente se cumple el slogan «después de un accidente, ya nada es igual».
El día de ayer se suscitaron dos grandes incendios que alarmaron a la población tlaxcalteca y sin duda, es importante reconocer la solidaridad de la ciudadanía, un acto completamente plausible; pero cuántos de ellos poseían el conocimiento para coadyuvar, ¿Sabían que precauciones tomar?, ¿Sabían qué tan flamable era su ropa?, ¿A qué velocidad del viento el fuego podría alcanzarlos? ó ¿Cuáles son las medidas para no resultar intoxicados?, muchos de ellos con su buena voluntad atentaron contra el primer principio de Protección Civil: salvaguardar tu propia vida.
Es importante que aprendamos de experiencias ajenas, que no sea necesario vivir una desgracia para darle el peso justo a la normatividad que protege nuestra integridad física; acudamos a capacitaciones, conozcamos y practiquemos… ¡Hagamos lo que nos salva la vida!
Les dejo los números de Protección Civil, Cruz Roja y Bomberos para que puedan consultar sus dudas y acudir a los cursos que ofertan.
Coordinación de Protección Civil del Estado: 4621725 / 4725479
Cruz Roja Tlaxcala: 4620920
Bomberos: 4640779