El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra, frase de Nicolás Maquiavelo, que describe perfectamente lo que vivimos en Tlaxcala y lo ocurrido de forma específica en el municipio de Zacatelco, antes, durante, y después del linchamiento en el que perdió la vida un elemento de la Secretaría de Seguridad Ciudadana adscrito a la Dirección Jurídica y que dejó con heridas de gravedad a otro, que ahora se debate entre la vida y la muerte en el Hospital General de Tlaxcala y cuyo parte médico extraoficial es: “El Director de Investigación está inducido en coma, pero no va a sobrevivir; perdió el ojo izquierdo, tiene todo el cráneo fracturado y el cerebro inflamado, las costillas rotas y los riñones destrozados”, confirman fuentes al interior de la corporación, que con dolor y rabia, señalan, que todo esto se pudo evitar, si el Secretario Alberto Martín Perea Marrufo, no hubiera entrado en pánico y en cambio hubiera dado la orden de rescatar a sus compañeros de la turba enardecida por el homicidio de un taxista en manos de tres presuntos delincuentes, a quienes los efectivos policiacos perseguían para lograr su detención por las calles de la quinta sección.  De ese tamaño, el valor que mostró el marinero de agua dulce, a quien la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros le encomendó nuestra seguridad y la vida de los policías a su mando.

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